De la sacristía al Rock and Roll

Primera actuación en Cipérez (de izquierda a derecha), Eloy, Cahgo, Tali, Tino y Ángel.
Primera actuación en Cipérez (de izquierda a derecha), Eloy, Cahgo, Tali, Tino y Ángel.

Los JTS comenzaron su carrera musical en el Club Trinitario de Salamanca

A finales de los sesenta, la música pop había adquirido una gran popularidad entre la gente joven. Tanta que, en ocasiones, muchas parroquias, órdenes religiosas u otras organizaciones dependientes de la Iglesia Católica  la utilizaban para atraer a las nuevas generaciones. Los Hermanos Trinitarios, tenían abierto un club social en el que los domingos se organizaba un baile al que acudían muchos jóvenes (y “jóvenas”) a solazarse –muy castamente– bajo la atenta mirada de aquellos buenos religiosos. Hacia 1968, cinco  de los adolescentes que acudían a aquel lugar comenzaron a frecuentar a un tal Padre Arrieta y a algunos curas más, cuyo hobby era cantar y tocar la guitarra. Como vieron que aquello de la música era divertido, y que además atraía a las chicas, decidieron formar un conjunto de aficionados.

¡Arriba los corazones!

Los JTS en un concierto con miembros de Los Frenos, en Ciudad Rodrigo.
Desmelenados en Ciudad Rodrigo con algunos miembros de Los Frenos

Uno de estos chicos, llamado Tali, era ya un guitarrista consumado, así que –era lo habitual– se reservó el punteo. De  la guitarra rítmica se ocupó Tino que (por qué ocultarlo) el día anterior no estaba seguro del número de cuerdas que tenía el instrumento que se asignó. Lo mismo podía decirse de Eloy, bajista que acababa de enterarse de lo que era un bajo. Ángel, conocido por todos como Angelillo, comenzó a tocar la batería o, mejor dicho, a practicar, sobre sillas y mesas, los ritmos que iba aprendiendo en los discos o de todo aquel que  estuviera en condiciones enseñarle. El puesto de vocalista fue cubierto por Chago, que jamás había cantado como no fuera  en la ducha “aunque tenía un excelente oído y una agradable  voz experta en seguir las canciones de moda en el tocadiscos”, asegura. “Aunque no teníamos más equipo que tres guitarras españolas comenzamos enseguida a hacer nuestros pinitos musicales en el salón de mi casa”, afirma Eloy. Fue todo un acontecimiento el día en que los Trinitarios les cedieron un local para ensayar y hasta les prestaron una guitarra eléctrica –de marca Honner– para que Tali pudiera dar rienda suelta a su creatividad con las cuerdas.

En agradecimiento adoptaron como nombre “Los JTS” (así, con artículo), siglas que significaban Juventud Trinitaria Salmantina. “Luego, cuando fuimos creciendo (nosotros y nuestras melenas), llegamos a avergonzarnos de semejante nombre. Así que cuando alguien nos preguntaba por su significado, le decíamos que las siglas querían decir Jodemos Todos los Sábados. Naturalmente, era mentira porque entonces para acostarte con una chica había que jurarle  222 veces que te casarías con ella”, asegura Chago.

A base de ahorrar las pagas de los domingos se compraron guitarras Jomadi, “amplis” Joversoni y, una caja, un charles y unos platos de marca desconocida. “Como equipo de voces  usábamos el Philips de la iglesia, al que construimos cajas enormes para que sus columnitas parecieran de verdad”, asegura Ángel.

Debut en Ciperez

Su primera actuación tuvo lugar en Cipérez. Como era habitual en las fiestas de los pueblos, debían de tocar por la mañana, por la tarde, por la noche y en los toros. Esto último significa que el guitarra y el batería se encargaban de interpretar los clarines al cambio de tercio y a la salida de cada cornúpeta, además de los pasodobles de rigor que ilustraban  las buenas faenas. Pero salió bien y cobraron 4.500 pesetas. Tras dos años con este pobre instrumental y un repertorio que, además de la música de baile, se especializaba en canciones de los Creedence Clearwater Revival, The Beatles y algunos grupos españoles de éxito (Fórmula V, Los Albas, etcétera), lograron comprarse amplificadores Sinmarc y Music Son, la misma marca que el nuevo equipo de voces, un bajo Egmond y una batería Honsuy. “Al final” –afirma Eloy– “Tali acabó adquiriendo la Fender Stratocaster de Ramón, guitarrista del Grupo 96, mientras Chago que, tras marcharse Tino a los Astros, tocaba también la rítmica, adquirió una multicolor Chester, más bonita que buena”. Actuaron en casi toda la provincia: Béjar, Candelario, Guijuelo, Lumbrales, Peñaranda, Ciudad Rodrigo, etcétera. Eran asiduos también en Zamora, Puebla de Sanabria e incluso llegaron hasta Orense cuando su carrera llegaba el final. El grupo consiguió su mejor sonido a finales de los 70, época en la que Perfe (ex Flamingos) se hizo cargo de los teclados. Estuvo con ellos dos años, hasta que se fue a Marruecos. “Después pasaron por nuestro conjunto músicos como el organista Juan Antonio Lucas y el guitarrista Juan José Calvo, conocido con  Juanjo el Lechero. El conjunto demostró que estaba mucho más unido que otros con pretensiones profesionales. Duró hasta 1980, fecha en la que, tras empezar el año con un accidente que casi les cuesta la vida, decidieron disolverse. “Para nosotros la música era solamente una afición, ninguno pensamos nunca dedicarnos a eso”, asevera Eloy. Quizás por ello, nadie sigue en la música ni como mero aficionado. Eloy y Ángel tienen hoy sendas tiendas de calzado en Salamanca, Chago, que vive actualmente en Sagunto, ha sido distribuidor de máquinas recreativas e informático hasta que, hace ya unos años, se prejubiló a raíz de sufrir un accidente. Tali, cartero de profesión y Tino, que trabajaba de  pintor, fallecieron.

(Del libro «Historia incompleta del Pop y del Rock en Salamanca«, de Víctor González Villarroel. Explorafoto, Salamanca 2009)

Edición web: Mila (Culture27)

 

Sobre Víctor González Villarroel 30 artículos
Víctor G. Villarroel es un veterano periodista salmantino que residió en Madrid hasta que, en 2005, regresó a nuestra ciudad. Autor del libro “Historia incompleta del Pop y del rock en Salamanca” (2009), que resume las crónicas que semanalmente publicó en el desaparecido diario EL ADELANTO. Le gusta definirse como “arqueólogo musical”, debido a su tendencia a contar historias sobre pioneros de nuestro rock local. Actualmente colabora en el MES y en el programa musical “A Nuestro Ritmo” de Radio Oeste.

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